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La ELCA aprueba el documento ecuménico entre luteranos y católicos

Por Noticias de la Asamblea General del 2016

NUEVA ORLEANS (10 de agosto de 2016) – La Asamblea General del 2016 de la Iglesia Evangélica Luterana en América (ELCA, por sus siglas en inglés) dio pasos importantes el miércoles para avanzar en la misión de esta iglesia como iglesia para bien del mundo.

Por un voto de 931 a 9, la asamblea aceptó por abrumadora mayoría la «Declaración sobre el camino», un documento ecuménico único que señala el sendero a seguir hacia una mayor unidad entre católicos y luteranos. Tras la votación, una emocionada asamblea se puso en pie para aplaudir esta histórica decisión.

En el centro del documento se sitúan 32 «Declaraciones de Acuerdo» que especifican dónde no tienen luteranos y católicos diferencias divisorias sobre temas de iglesia, ministerio y eucaristía. De manera más tentativa, el documento también explora las diferencias que sí se mantienen.

«Queridas hermanas y hermanos, hagamos pausa para honrar este momento histórico», exhortó Elizabeth A. Eaton, obispa presidente de la ELCA, al dirigirse a la asamblea tras la votación. «Aunque aún no hemos llegado, hemos declarado que nos encontramos, de hecho, en el camino hacia la unidad. Después de 500 años de división y 50 años de diálogo, esta acción debe entenderse en el contexto de los demás acuerdos significativos que hemos alcanzado, más notablemente la ‘Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación’ en 1999».

«Esta ‘Declaración sobre el camino’ nos ayuda a materializar más plenamente nuestra unidad en Cristo con nuestros asociados católicos, pero también sirve para impulsar nuestro compromiso con la unidad con todos los cristianos», manifestó Eaton.

Para honrar el momento, Eaton entregó al obispo Denis J. Madden, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Baltimore y copresidente del grupo de trabajo de la «Declaración sobre el camino», un regalo de comunión que se elaboró especialmente para la asamblea. Mark Hanson, obispo presidente emérito de la ELCA, sirvió como copresidente del grupo de trabajo por parte de la ELCA. El grupo de trabajo se había reunido y había presentado a la iglesia los acuerdos alcanzados en los diálogos entre luteranos y católicos.

«Me siento tan privilegiado y tan agradecido por haber pasado estos días con ustedes. Por hablar con ustedes, compartir tiempo con ustedes y orar con ustedes», dijo Madden. «Les doy las gracias por permitirnos a mí y a mis colegas unirnos a ustedes en las celebraciones de la eucaristía, lo cual ha sido una enorme alegría y será siempre un recordatorio de que pronto vamos a celebrar estas cosas juntos como un solo cuerpo».

La asamblea expresó gratitud por este texto ecuménico pionero y alabó la declaración (junto con otros textos ecuménicos) como recurso «para la vida en común de la iglesia al acercarnos al 2017 y para los años posteriores». Con respecto a la Declaración de Acuerdos, la decisión de la asamblea de recibir las 32 afirmaciones comunes «reconocía que ya no existen cuestiones que dividan a la iglesia entre luteranos y católicos con respecto a estas declaraciones.

En otro importante asunto, la asamblea votó 921 a 11 a favor de AMMPARO, la estrategia de la iglesia para Acompañar a Migrantes Menores de Edad con Protección, Abogacía, Representación y Oportunidades.

La ELCA desarrolló esta estrategia en base a los compromisos para defender y garantizar los derechos humanos básicos y la seguridad de los niños migrantes y sus familias; abordar las causas de raíz de la migración en los países del Triángulo Norte de Centroamérica y en México, así como el trato que se da a los migrantes en tránsito; trabajar por políticas justas y humanitarias que afectan a los migrantes dentro y fuera de los EE.UU.; participar como iglesia con todos sus compañeros, afiliados y asociados para dar respuesta a la situación de la migración y sus causas, y abogar por los niños migrantes y sus familias.

La asamblea también votó por 895 a 23 aceptar la propuesta presupuestaria para el periodo 2017-2019, aprobada y recomendada por el Consejo Eclesial de la ELCA. La propuesta presupuestaria incluye:

  • una autorización para el gasto corriente de fondos para 2017 de $65,296,005 dólares y una autorización para el gasto del Programa de la ELCA para Aliviar el Hambre Mundial en 2017 de $24.8 millones de dólares;
  • una propuesta para el ingreso corriente de fondos para 2018 de $64,057,220 dólares y una propuesta de ingresos del Programa de la ELCA para Aliviar el Hambre Mundial en 2018 de $25 millones de dólares, y
  • una propuesta para el ingreso corriente de fondos para 2019 de $64,151,175 dólares y una propuesta de ingresos del Programa de la ELCA para Aliviar el Hambre Mundial en 2019 de $25 millones de dólares.

La asamblea –la más alta autoridad legislativa de la ELCA– se reunirá en el Centro de Convenciones Ernest N. Morial en Nueva Orleans. Reunidos en torno al tema «Freed and Renewed in Christ: 500 Years of God’s Grace in Action» (Liberados y renovados en Cristo: 500 años de la gracia de Dios en acción) entre los asuntos de la asamblea se encuentran los preparativos para celebrar el 500 aniversario de la Reforma en 2017.

 

Sobre la Iglesia Evangélica Luterana en América:
La ELCA es una de las mayores denominaciones cristianas en los Estados Unidos, con más de 3.7 millones de miembros en más de 9,300 congregaciones en los 50 estados y la región del Caribe. Conocida como la iglesia de «La obra de Dios. Nuestras manos», la ELCA enfatiza la gracia salvadora de Dios por medio de la fe en Jesucristo, la unidad entre los cristianos y el servicio en el mundo. Las raíces de la ELCA se encuentran en los escritos del alemán Martín Lutero, reformador de la iglesia.

De la persecución al testimonio

Por Elizabeth Eaton

Desde hace muchos meses nos han estado pidiendo algún tipo de declaración sobre la persecución de los cristianos en todo el mundo. Parece ser una cuestión sin complicaciones: Los cristianos están sufriendo en Iraq y Siria, en Nigeria y Egipto. Los palestinos cristianos encuentran una presión intensa. Los cristianos de algunas partes de la India están amenazados. Algunos incluso dirían que los cristianos estadounidenses se encuentran en estado de sitio. Las atrocidades cometidas contra los cristianos por el Estado Islámico, Boko Haram, al-Shabab y otros aparecen con regularidad en las noticias. Escuchamos que en años recientes han sufrido martirio más cristianos que en los primeros tres siglos del movimiento cristiano.

Cada caso de violencia contra los cristianos es profundamente doloroso. Existen hermanos y hermanas en todo el mundo cuyas vidas forman parte de la pasión de Cristo. En algunos países están persiguiendo a algunas personas porque son cristianas. Pero esta es una cuestión compleja. ¿Están sufriendo y muriendo los cristianos como testigos de la fe? Sí. Pero en muchos lugares el conflicto interreligioso ha sido utilizado como un pretexto calculado para conseguir ventajas políticas. El discurso de religión contra religión, o de religión contra la sociedad, es una forma eficaz de generar apoyo para la causa de alguien específico. Lamentablemente, la sospecha y el miedo al «otro» conducen a la intolerancia y la discriminación.

La persecución a los cristianos no es nueva. Los mártires han existido desde los principios de la iglesia. Esteban sufrió martirio con el consentimiento de Pablo, quien fue martirizado por el imperio romano. Pablo citó los salmos, escribiendo: «Por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero!» (Romanos 8:36).

La indignación es una reacción natural a las decapitaciones y las crucifixiones. El instinto de devolver el golpe es comprensible. Muchos luteranos aceptan que la fuerza letal puede ser necesaria en un mundo desolado. La venganza, sin embargo, no es una opción para un cristiano.

Elevo mis oraciones porque ninguno de ustedes sufra nunca la violencia por la fe, pero cada generación ha tenido que hacer frente a la hostilidad. El teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer escribió: «Soportar la cruz no es una tragedia, es el sufrimiento que es fruto de una alianza exclusiva con Jesucristo».

«Mártir» es una palabra griega que significa «testigo», «dar testimonio». Un testigo también puede ser un símbolo que testifique que se ha logrado una acción prometida. Cuando hablamos sobre la persecución de los cristianos, la verdadera cuestión es: «¿Cuál será nuestro testimonio?»

Esta es una historia de cómo respondieron a esa pregunta algunos luteranos de Etiopía. Sucedió en uno de nuestros sínodos compañeros. Unos musulmanes quemaron una iglesia pensando que estaban atacando a católicos romanos. Pero por error quemaron una iglesia luterana. Fueron arrestados y enviados a la cárcel. En esa región el cuidado de la higiene y alimentación de los prisioneros es responsabilidad de sus familias. Pero los miembros de la iglesia luterana pidieron a las autoridades que les permitieran cavar las letrinas de los prisioneros y alimentarlos. Ese fue su testimonio ante la persecución.

Los cristianos no son los únicos a los que se identifica y persigue por su religión. Se ha reportado que el Estado Islámico ha asesinado a más musulmanes que a miembros de cualquier otro grupo. Nuestro testimonio debe ser el de trabajadores por la paz y defensores de las minorías religiosas en nuestro país y en todo el mundo. Debemos ser los que alcemos la voz cuando se caracterice falsamente a religiones enteras por las acciones de unos extremistas. No aceptaríamos que se definiera al cristianismo por el Ku Klux Klan o el movimiento de Identidad Cristiana. No debemos definir a comunidades enteras por la distorsión de su religión.

La cruz es el símbolo visual que nos ha dado Dios de que se ha alcanzado una acción prometida. Es la señal de Dios en la arena. Es el testimonio de Dios de la verdad de que «en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencida de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor» (Romanos 8:37-39).

Mensaje mensual de la obispa presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América. Esta columna apareció por primera vez en la edición de junio de 2016 de la revista en inglés The Lutheran. Reimpreso con permiso.

Eaton escribe carta a líderes de la ELCA invitándoles a que prediquen sobre raza, diversidad e inclusión

17 de junio de 2016

Estimados líderes ordenados de la ELCA:

Que la gracia y la paz sean con ustedes en el nombre de Jesucristo. Hoy nos unimos a nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo para conmemorar el aniversario de los nueve mártires de Emanuel. Seguimos llorando la pérdida de esas nueve vidas preciosas, y oramos para que sus familias puedan hallar consuelo en el amor de Dios.

Durante el último año, hemos lidiado como nación, y como iglesia, con los retos de enfrentar el racismo. Juntos a través de nuestros diversos ministerios, la ELCA ha participado en oraciones llenas de lamento y ha ido en pos de actos de justicia racial y reconciliación. Estos también han sido tiempos de intensificar la colaboración con nuestros compañeros ecuménicos, entre ellos la Iglesia Episcopal Metodista Africana (AME, por sus siglas en inglés).

El Consejo de Obispos de AME emitió una poderosa declaración para marcar el aniversario de Charleston: http://disciples.org/ecumenical/statement-m-e-bishops-charleston-anniversary/

Deseo dirigir su atención a tres llamados a la acción que les invito a considerar:

  1. Llamamos a otras comuniones, en particular a nuestras comuniones predominantemente blancas, a unirse a nosotros para predicar e instruir y para condenar el racismo.
  1. El Consejo de Obispos de la Iglesia Episcopal Metodista Africana solicita que, durante el fin de semana del 24 al 26 de junio, los clérigos de todo el país busquen un intercambio de púlpito con otra iglesia o grupo religioso y prediquen sobre raza, diversidad e inclusión. Además, que organicen momentos de compañerismo e interacciones entre congregaciones locales. Este intercambio se debe llevar a cabo con una organización cristiana o interreligiosa de una raza o religión distinta. (Por favor, consideren el próximo fin de semana como el inicio de una temporada para tales intercambios, continuando durante los meses de verano).
  1. Que clérigos y organizaciones interreligiosas locales inicien diálogos con líderes políticos locales sobre cuestiones de vigilancia policiaca, educación, vivienda y otros temas donde la raza es un factor e impacta a cualquier grupo de manera negativa.

La tragedia del 17 de junio del 2015, personificó la relación compleja de nuestra iglesia con el racismo. Nuestra relación con el atacante —Dylann Roof, quien era un miembro de una congregación de la ELCA— como también con dos de las víctimas abatidas —la Reverenda Clementa Pinckney y el Reverendo Daniel Simmons, quienes eran egresados del Seminario Teológico Luterano del Sur, en Columbia, Carolina del Sur— nos recuerda tanto nuestra complicidad como nuestro llamado. Juntos confesamos que somos cautivos del pecado de racismo y, al mismo tiempo, nos regocijamos en la libertad que tenemos en Cristo Jesús, quien ha “derribado mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba” (Efesios 2:14). Que Dios nos siga guiando mientras buscamos el arrepentimiento y la renovación, la justicia racial y la reconciliación entre todos los hijos preciosos de Dios.

En Cristo,

Elizabeth A. Eaton

 

Obispa presidente de la ELCA emite carta en respuesta a la masacre en Orlando

CHICAGO (ELCA) — La reverenda Elizabeth A. Eaton, obispa presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América (ELCA), emitió una carta en respuesta a la masacre del 12 de junio que cobró las vidas de 49 personas en un centro nocturno de Orlando, Florida. Este es el tiroteo masivo más sangriento en la historia de Estados Unidos. En la carta Eaton declara: “Debemos buscar la paz y reconciliación a la cacofonía del odio y la división. Debemos vivir la verdad de que todas las personas son creadas a imagen de Dios”.

La carta de Eaton continúa:

Estimados hermanos y hermanas en Cristo:

“Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó”. Génesis 1:27

Nos estamos matando a nosotros mismos. Creemos que todas las personas son creadas a imagen de Dios. Toda la humanidad se asemeja a una familia. Las personas asesinadas en Orlando no eran “otros” abstractos, ellas son nosotros. Pero de alguna forma, en la mente de un atacante seriamente perturbado, la comunidad LGBTQ estaba separada de nuestra humanidad común. Esta separación provocó que 49 de nosotros fuéramos asesinados y 54 de nosotros fuéramos heridos.

Vivimos en una sociedad cada vez más dividida y polarizada. Muy a menudo nos separamos en grupos con ideas afines y dejamos fuera a los demás. Esta división no está muy alejada de la demonización. Ayer, fuimos testigos de las consecuencias trágicas que esto conlleva.

Existe otra forma. En Cristo, Dios se ha reconciliado con el mundo. Jesús vivió entre nosotros compartiendo nuestra humanidad. Murió por nosotros para restaurar nuestra humanidad. Dios nos invita a esta obra reconciliadora. Este debe ser nuestro testimonio como Iglesia Evangélica Luterana en América. El perpetrador de este crimen de odio no salió de la nada. Fue moldeado por nuestra cultura de división, que a su vez ha sido deformada por la manipulación de nuestros miedos. Eso no es lo que somos. San Pablo escribió: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!  Todo esto proviene de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación: esto es, que en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y encargándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación. Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: ‘En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios’”. (2 Corintios 5:17-20).

Nuestra labor empieza ahora. Necesitamos autoanalizarnos, individualmente y como iglesia, para reconocer las maneras en que hemos dividido y en las que hemos sido divididos. Debemos apoyar a quienes que han sido relegados al papel de “los otros”. Debemos buscar la paz y la reconciliación a la cacofonía del odio y la división. Debemos vivir la verdad de que todas las personas son creadas a imagen de Dios.

Esta mañana el personal de las oficinas nacionales de la ELCA se unió en duelo y oración. Oramos por todas aquellas personas que murieron en la masacre de Orlando y recordamos a las nueve víctimas de Charleston que murieron hace apenas un año. Oramos por la familia del atacante, por nuestros hermanos y hermanas de la comunidad LGBTQ y por nuestros hermanos y hermanas musulmanes que ahora se enfrentan al temor de represalias. Oramos por que el Príncipe de Paz nos permita ver el día en que dejemos de matarnos entre nosotros.

Su hermana en Cristo,

Elizabeth A. Eaton

Obispa presidente

Iglesia Evangélica Luterana en América

 

Sobre la Iglesia Evangélica Luterana en América:

La ELCA es una de las mayores denominaciones cristianas en Estados Unidos con más de 3.7 millones de miembros en casi 9,300 congregaciones en los 50 estados y la región del Caribe. Conocida como la iglesia de “La obra de Dios. Nuestras manos”, la ELCA enfatiza la gracia salvadora de Dios por medio de la fe en Jesucristo, la unidad entre los cristianos y el servicio en el mundo. Las raíces de la ELCA se hallan en los escritos del reformista alemán Martín Lutero.

 

¿Podemos responder a la pregunta de «por qué»?

Por Elizabeth Eaton

Para proseguir con mi educación, una vez me inscribí en un curso de introducción a la filosofía en un colegio comunitario de dos años. Yo había estudiado música en la universidad y nunca seguí cursos de filosofía. Como la filosofía y la teología están íntimamente relacionadas, pensé que era hora de que conociera mejor la tradición filosófica de Occidente. Así que me puse a aprender cómo los grandes filósofos han abordado las preguntas de la existencia humana.

Fue una experiencia interesante. Mientras recorríamos los siglos de filosofía occidental, parecía que los filósofos cambiaban el enfoque para abordar las “grandes preguntas”: significado, trascendencia, sufrimiento, el papel de la voluntad. Todo este proceso estaba dirigido por un profesor que decía ser un mormón no practicante quien, me parece, nunca logró superar el ambiente de protesta de la década de los sesenta.

Me resultaba incómoda esta convergencia de un profesor que aún lidiaba con su propio rechazo de su tradición y los sistemas filosóficos que le prestaban más atención al “cómo” frente al “por qué”. No me creí para nada el determinismo, especialmente cuando un estudiante lo usó para explicar una desafortunada decisión que implicaba beber y conducir (nadie salió lesionado). ¿Qué debía hacer una joven luterana?

Mi oportunidad llegó cuando el profesor nos mandó escribir un ensayo sobre lo que habíamos aprendido de cualquiera de las filosofías abarcadas en clase. Me metí de lleno. Era una tarea para conseguir créditos extra, diseñada para dar una segunda oportunidad a los que estaban en peligro de reprobar la materia. Como yo no estaba dentro de esa categoría, inmediatamente me vieron como “uno de esos estudiantes” (estoy segura que mis compañeros usaron un lenguaje menos refinado).

Titulé mi ensayo “Cómo o por qué: mecánica newtoniana vs. metafísica cuántica”. Muy pasado de la raya, pero yo me había puesto una misión. Quería hacer notar al profesor que en la vida hay más que el “cómo” de las cosas, que hay significado y trascendencia aunque no podamos percibirlo mediante la razón o el entendimiento humano. Quería dar testimonio de mi convicción de que en la vida hay muchas más cosas que sólo mecánica y técnica en el camino hacia una conclusión determinista. Y quería señalar la verdad que había experimentado: que existe un ser amoroso y relacional que se preocupa por nosotros y por la creación.

Obviamente el profesor quedó desconcertado por el esfuerzo que puse en el proyecto, además de quitarme cinco puntos por haber usado una contracción. Pero mi punto era entonces, igual que ahora, que como cultura y como iglesia nos hemos vuelto muy competentes para hablar del “cómo” de las cosas. Para la iglesia esto significa que “cómo” se ha convertido en la pregunta que determina dónde concentramos la atención, cómo vivimos y cómo distribuimos los recursos. Hemos desarrollado programas —hermosos programas— para saber cómo llevar a cabo la educación cristiana, la adoración, la mayordomía, la defensa de los derechos, la justicia, el evangelismo, el ministerio global y el ministerio juvenil. No descuiden ninguno de estos.

Pero, ¿podemos como iglesia responder la pregunta de “por qué”?

Al participar este año en la conversación sobre la futura dirección y las prioridades de esta iglesia, esa es la pregunta que debemos responder. Si no podemos responderla claramente y con convicción, no visualizo mucho cambio para nosotros.

En el Catecismo Menor, Martín Lutero nos da cierta dirección:

“Creo que Jesucristo, verdadero Dios, engendrado del Padre en la eternidad, y también verdadero hombre, nacido de la virgen María, es mi Señor. Que me ha redimido a mí, criatura perdida y condenada, me ha rescatado y librado de todos los pecados, de la muerte y del poder del diablo, mas no con oro ni con plata, sino con su santa y preciosa sangre y con su inocente pasión y muerte. Y todo esto lo hizo para que yo sea suyo y viva bajo él en su reino y lo sirva en justicia, inocencia y bienaventuranza eternas, así como él, resucitado de entre los muertos, vive y reina eternamente. Esto es ciertamente la verdad».

Mensaje mensual de la obispa presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América. Esta columna se publicó por primera vez en la edición de abril de 2016 de la revista en inglés The Lutheran. Reimpreso con permiso.

Sábado de Gloria – Un espacio entre el Viernes Santo y el Domingo de Pascua

Por Elizabeth Eaton

Ambos tomaron el cuerpo de Jesús y, conforme a la costumbre judía de dar sepultura, lo envolvieron en vendas con las especias aromáticas. En el lugar donde crucificaron a Jesús había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo en el que todavía no se había sepultado a nadie. Como era el día judío de la preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús. (Juan 19:40-42).

Sábado de Gloria. Una pausa. Un espacio entre el Viernes Santo y la Pascua. Un sepulcro lleno y, excepto por el guardia, un huerto vacío. Sin movimiento. En silencio.

No prestamos mucha atención al Sábado de Gloria más que como día de preparación para el Domingo de Pascua. El grupo juvenil tiene que prepararse para el desayuno de Pascua. El gremio del altar está ocupado encargándose de los lirios y preparando el altar. Los supermercados están llenos. Se pintan huevos. Estamos ocupados con un ajetreo de anticipación. Dejamos atrás el Viernes Santo. Incluso la Vigilia Pascual en la noche del Sábado de Gloria anuncia y dirige la mirada hacia la resurrección.

Nosotros, por supuesto, vivimos después de la primera Pascua. Sabemos cómo acaba la historia y se sentiría forzado quedarse en el Sábado de Gloria como si no supiéramos de la resurrección. Pero se nos ha concedido este día santo para hacer una pausa. Se nos ha dado este espacio santo para manifestar nuestro duelo; para estar vacíos; para darnos cuenta que la vida, tal como la conocemos, se ha acabado.

Esto resulta profundamente incómodo en nuestra cultura. Lo vemos en los noticieros cuando se empieza a hablar de un cierre inmediatamente después de una tragedia. Podría ser un intento bienintencionado por aliviar el dolor, pero no sana. Existe un peligro en superar con demasiada rapidez el duelo. Es importante resistirse al ansia de llevar al afligido hacia esa etapa de «cierre».

No se puede apresurar el proceso de duelo por tragedias como las de Sandy Hook, Mother Emanuel o San Bernardino. Ninguno de los Viernes Santos de nuestra vida lo puede hacer. La resurrección se produjo después de una muerte real. La crucifixión no fue una metáfora. Un corazón dejó de latir. Exhaló su último suspiro. Un hijo murió. Las madres de Siria, El Salvador o el lado sur de Chicago hacen guardia al pie de la cruz.

Pero el Sábado de Gloria es algo más que el santo y necesario espacio para enfrentarse a la muerte sin negaciones, y para llorar sin la anestesia entumecedora del sentimentalismo. Algo mucho más profundo está pasando. Es una invitación a aceptar que la vida, tal como la conocemos, se ha acabado. Todos nuestros planes, toda nuestra premeditación y todas nuestras buenas intenciones se han acabado.

En el Sábado de Gloria se nos invita a dejar atrás nuestra vida y entrar al sepulcro. Nuestro esfuerzo y nuestro sentido de la justicia, así como nuestro pecado, nos atan. Nuestro esfuerzo por salvar nuestra vida nos ata. Esto es así tanto para la iglesia como para cada uno de sus miembros.

Me siento agradecida por la innovación fiel y el constante esfuerzo de todas nuestras gentes y congregaciones. No estoy tan apartada del ministerio parroquial como para no recordar sus dificultades y alegrías. Hay algo noble y querido en los santos que acuden una semana tras otra, un año tras otro, para escuchar y recibir el evangelio y, en respuesta a la gracia, participar en la obra reconciliadora de Dios en el mundo. Pero un día llega la hora en que hay que tomar en serio la enseñanza de Jesús: «Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará» (Mateo 16:25).

Ese día entre Viernes Santo y Pascua se puede mirar como un vacío, una nada, algo a lo que hay que resistirse a toda costa, algo a llenar. Es la misma reacción que muchos en nuestra cultura manifiestan ante el silencio. Es como si el sonido y la actividad demostraran que todavía existimos. Pero pienso que el espacio entre la crucifixión y la resurrección —verdaderamente aterrador y verdaderamente compasivo— nos llama desde nuestra vida hacia la vida en Cristo. Después de todo, no fue ni el ruido ni el fuego lo que llamó la atención de Elías, sino el sonido del puro silencio (1 Reyes 19:11-13).

Cuando dejemos atrás nuestras vidas y entremos al sepulcro, cuando el silencio nos rodee, entonces veremos que Jesús ya nos precedió, anticipándonos, acogiéndonos para que nos quedemos quietos y muramos en él y encontremos nuestra vida en él. Descansa, querida iglesia.

Mensaje mensual de la obispa presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América. Esta columna se publicó por primera vez en la edición de marzo de 2016 de la revista en inglés The Lutheran. Reimpreso con permiso.

Si Dios es suficiente – por Elizabeth Eaton

Podemos liberarnos del apego a nuestros planes, voluntades y éxitos.

De vez en cuando me invitan a celebrar el aniversario de alguna congregación. Es maravilloso ver a la iglesia en acción y conocer a miembros de diferentes partes del país.

También es interesante ver la variedad de tamaños y estilos arquitectónicos de nuestros templos. Mirar las edificaciones que se agregan a las iglesias es como estudiar los anillos de crecimiento en los árboles: se pueden apreciar los periodos de crecimiento rápido y de contracción. Por lo general, la primera unidad se construyó hace uno o dos siglos, la ampliación del santuario se levantó cuando el original se quedó chico y el ala dedicado a la educación se añadió a fines de las décadas de 1950 ó 1960. He visto docenas de iglesias así y recuerdo que mi última parroquia mostraba un patrón de crecimiento similar.

Con mucha frecuencia, sin embargo, la membresía de estas congregaciones se ha reducido. Un santuario construido para acoger a 400 personas, ahora sólo recibe a 50 los domingos. Las salas dedicadas a escuela dominical y gimnasio, en las que en otro tiempo resonaban las voces de los niños, ahora se encuentran vacías o, en congregaciones más emprendedoras, han sido rentadas a grupos comunitarios y organizaciones de servicio social.

En estas congregaciones, la celebración del aniversario tiene un gusto agridulce: durante un glorioso domingo, el santuario se llena de miembros actuales y exmiembros acompañados de sus hijos y nietos; se comparten historias de la época dorada de la congregación; hay energía y entusiasmo, y luego todo el mundo se marcha a casa. Al siguiente domingo, las 50 almas afables que quedan se reunirán en un santuario cuya soledad es ahora aún más obvia.

Se oye el sonido de un lamento en muchas partes de nuestra iglesia. Las poblaciones han cambiado y las personas se han alejado. Han cambiado las actitudes sobre la religión y la iglesia tiene un estatus menor en nuestra cultura. Eso nos llena de ansiedad y, en algunos casos, de desesperación. ¿Cómo podemos detener la decadencia? ¿Dónde está la siguiente generación? ¿Qué sucedió? ¿Qué significa todo esto?

Tengo una teoría. Estamos experimentando el juicio de Dios. No como si fuera una plaga de langostas acompañada de un fuego infernal, sino como una llamada tenaz, imponente y amorosa que nos lanza Dios a todos nosotros. La iglesia no nos pertenece. La iglesia no es un vehículo para nuestra conveniencia, estatus, éxito o consuelo. La iglesia es el cuerpo vivo de Cristo, al que le ha insuflado vida el Espíritu y que está llamado a una profunda comunión con Dios. Todo lo demás es, en el mejor de los casos, complementario y, en el peor, una distracción.

Dios podría estar llamando al pueblo de Dios a examinar qué es lo que merece nuestra atención. ¿De dónde se extrae nuestra energía?

Si la respuesta a nuestras preguntas desesperadas es cualquier otra cosa que no sea el amor íntimo y completo de Dios como se demuestra en Cristo crucificado y resucitado, entonces es que nos estamos apartando de la fuente de nuestra vida como pueblo y como iglesia.

Había un artículo provocador en la edición de diciembre de 2012 de la revista Christian Century sobre la “noche oscura de la iglesia”. Los autores del artículo sugerían que lo que yo estoy llamando un tiempo de juicio es, en realidad, la acción de Dios que nos libera del apego a nuestros planes, nuestra voluntad, nuestro éxito.

Los autores preguntaban: «¿Que está volviendo a aprender la iglesia sobre sí misma en su noche oscura? La iglesia está volviendo a aprender que su esencia no se encuentra en sus programas y logros, ni en sus actividades y las alabanzas que recibe, sino en la verdad de que ‘de toda la tierra, es ella la que tiene unión con el Dios Trino’ y que Dios es suficiente. Alcanzar este conocimiento significa desconectarse de la glamorosa cultura americana orientada a los resultados, con su producción, medición y crecimiento sin límites».

Así que, amada iglesia, ¿es Dios suficiente? Si no lo es, entonces estamos condenados a seguir una travesía interminable, agotadora y vacía en busca del significado, la importancia y el propósito. Si Dios es suficiente, entonces tenemos todo lo que necesitamos. Si Dios es suficiente, somos libres para regresar el amor recibido y entregar nuestras vidas en aras del Evangelio y en servicio al prójimo. Si Dios es suficiente, podemos abrir nuestras manos y nuestras vidas. Si Dios es suficiente, entonces podemos soltar las riendas de la iglesia sabiendo que es la iglesia de Cristo, que no es nuestra.

Y si es la voluntad de Dios que haya un testimonio del Evangelio por parte de la ELCA, no existe fuerza sobre la Tierra, ni siquiera la nuestra, que lo pueda impedir.

Mensaje mensual de la obispa presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América. Esta columna apareció por primera vez en la edición de septiembre de 2015 de la revista en inglés The Lutheran. Reimpreso con permiso.

La indefinida temporada de Adviento – por Elizabeth Eaton

En el Cristo hecho carne, Dios nos encuentra y proporciona descanso a los corazones inquietos.

Oh ven, oh ven Emanuel, y rescata a la cautiva Israel que llora en solitario exilio aquí hasta que aparezca el Hijo de Dios (ELW por sus siglas en inglés, 257).

Adviento. Es una temporada de preparación y anticipación. Puede llegar a ser agotadora e implacable. El periodo comercial que lleva a la Navidad sin duda se ha hecho más largo. A veces, justo después del Día del Trabajo ya aparecen los escaparates navideños en las tiendas; la publicidad salta en nuestras laptops y dispositivos electrónicos de mano, y los villancicos se convierten en música de fondo en todas partes. Y se librará la guerra anual por la adoración navideña entre los pastores y la gente para decidir si se cantan villancicos navideños en la iglesia durante el Adviento. Pero no voy a tratar ese debate épico en esta columna.

Más bien, lo que quiero es considerar el profundo y santo anhelo que forma parte de esta temporada. Es significativo que las palabras de los profetas y el anhelo de Israel en el exilio sean tan prominentes en las lecciones designadas para el Adviento. La gente anhelaba que viniera el Señor, que actuara, que los redimiera, que los llevara a casa. Su exilio en Babilonia ya no era difícil. Muchos habían conseguido una buena vida, habían tenido hijos y se habían establecido. Pero no estaba del todo bien. Estaban físicamente presentes en Babilonia, pero sus corazones no estaban allí.

Creo que el Adviento es así para nosotros. La tierra es la buena creación de Dios. Encontramos mucha alegría en esta vida. Como luteranos, no nos apartamos del mundo, sino que participamos del mismo creyendo que es un don. Pero también sabemos que no está del todo bien. Que existen la desolación y el dolor: el dolor que experimentamos, el dolor que otros causan, el dolor que les causamos a otros. Y, debido a nuestra desolación, nos volvemos hacia nosotros mismos intentando, en una autosuficiencia fútil, estar completos.

De alguna manera, el Adviento crea una cierta inquietud. Puede que sea una de las pocas temporadas del año en las que nos hacemos más conscientes de nuestro deseo de plenitud y en la que estamos más alerta a las señales de que algo se acerca. Es como oír un sonido en la distancia que anuncia algo, pero que no podemos identificar con claridad. Creo que el Adviento es un tiempo liminar, un umbral. Los celtas a esto lo llamaban un “lugar estrecho, fino”, un lugar y tiempo en el que la tierra y el cielo parecen tocarse. Está justo ahí, apenas más allá de lo que se puede ver, justo más allá de nuestro alcance. Y nos invade un santo anhelo. Isaías lo dijo: “¡Ojalá rasgaras los cielos, y descendieras! …” (Isaías 64:1).

¿Qué hay en nosotros que nos hace preocuparnos, que nos vuelve inquietos? Isaías también escribió: “A pesar de todo, Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano” (Isaías 64:8). Parece que este anhelo del Adviento es una conciencia de que no estamos completos apartados de Dios. En el Adviento nos encontramos en ese momento incierto e inquieto entre el fin del viejo año y el inicio del nuevo, un lugar estrecho y fino en el que nos acercamos a Dios dándonos cuenta, como escribió San Agustín: “Tú nos has formado para ti mismo, y nuestros corazones están inquietos hasta que encuentran su descanso en ti” (Confesiones).

Pero no podemos llegar ahí por nosotros mismos. Ésta no es nuestra obra, sino la de Dios. La espera confiada en el Señor es el propósito del Adviento: aguardar, anhelar, esperar, creer.

Y Dios es fiel. Escuchamos del profeta Sofonías que Dios promete: “En aquel tiempo yo los traeré, en aquel tiempo los reuniré…” (Sofonías 3:20).

Pero Aquél por el que esperamos no está contento con tan sólo acercarnos, sino que cumple esta promesa viniendo a nosotros como Emanuel, Dios con nosotros. En el Cristo hecho carne, Dios viene a nosotros, nos encuentra y da descanso a nuestro corazón inquieto.

Un amigo mío dijo: “El mundo ansía un sentido más profundo de la conexión espiritual, pero no hemos descubierto cómo encontrarnos con el mundo en esa conversación y anhelo. ¿Cómo puede ser el Adviento el inicio de esa nueva conversación? ¿Qué tan diferente sería el Adviento si pudiéramos empezar a pensar en ese profundo anhelo como parte de nuestra jornada de Adviento?”

Sentirnos inquietos en esta temporada podría ser bueno para nosotros. Dios no decepcionará.

¡Alégrense! ¡Alégrense! Emanuel vendrá a ti, oh Israel (ELW, 257).

Mensaje mensual de la obispa presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América. Esta columna apareció por primera vez en la edición de diciembre de 2015 de la revista en inglés The Lutheran. Reimpreso con permiso.

Obispo Presidente de la ELCA se une a llamado para proteger a personas cristianas en Iraq

CHICAGO (ELCA) – El Rvdo. Mark S. Hanson, Obispo Presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América (ELCA, por sus siglas en inglés), figuró entre 21 lideresas y líderes religiosos quienes firmaron cartas dirigidas a altas personas funcionarias del Gobierno de Estados Unidos para exhortarles a plantear inquietudes con respecto a la protección de grupos minoritarios en Iraq, incluidos la comunidad cristiana.

Las misivas del 26 de abril, dirigidas a la Secretaria de Estado Hillary Clinton y al Secretario de Defensa Robert M. Gates, fueron enviadas por los líderes y lideresas del Consejo Nacional de Iglesias de Estados Unidos (NCC, por sus siglas en inglés) en nombre de Hanson y otros líderes y lideresas religiosas estadounidenses.

Las y los líderes religiosos se refirieron a “la situación actual de ataques violentos contra grupos minoritarios en Iraq, incluida la comunidad cristiana”.

“Les solicitamos firmemente que planteen esta inquietud con el Gobierno de Iraq, las autoridades provinciales y el liderazgo de las fuerzas de coalición, para exhortarles a tomar todos los pasos posibles para evitar más incidentes de este tipo”, indicaban las misivas.

Las y los líderes religiosos pidieron específicamente a Clinton y Gates trabajar “directamente y con el pueblo iraquí” para proteger a los grupos minoritarios, incluida la comunidad cristiana en Mosul y en otras partes de Iraq; extender la ayuda humanitaria necesaria a las familias desplazadas; y alentar la preservación de la diversidad religiosa y étnica en Iraq.

“La comunidad cristiana en Iraq ha sufrido más de una docena de muertes violentas en lo que va del año, incluido un niño de 3 años quien murió el 27 de marzo, luego de que explotó una bomba colocada junto al hogar de su familia”, escribieron las y los líderes religiosos. “Como ustedes saben, miles de personas cristianas se han visto forzadas a huir de sus hogares por temor a la violencia”.

Las y los líderes religiosos expresaron que su preocupación es realzada por el posible aumento en la tensión, mientras las fuerzas políticas compiten por el poder tras las recientes elecciones. También dijeron temer que “el creciente clima de desconfianza y animosidad amenace todavía más a la frágil comunidad cristiana”.

Entre quienes firmaron las cartas se cuentan el Rvdo. Michael Kinnamon, secretario general del NCC, y la Rvda. Canónica Peg Chemberlin, presidenta del NCC; además de las y los líderes de iglesias en comunión plena con la ELCA:

+ El Rvdo. Geoffrey Black, ministro general y presidente, Iglesia Unida de Cristo

+ El Rvdo. Doug Fromm, asociado para relaciones ecuménicas, Iglesia Reformada en América

+ El Rvdo. Gradye Parsons, secretario general, Oficina de la Asamblea General, Iglesia Presbiteriana (Estados Unidos)

+ Obispa Sharon Zimmerman Rader, oficial ecuménica, Consejo de Obispos, Iglesia Metodista Unida

+ La Rvdma. Katharine Jefferts Schori, Obispa Presidenta y Primada, Iglesia Episcopal

+ El Rvdo. Stephen J. Sidorak, Jr., secretario general, Comisión General sobre Inquietudes de Unidad Cristiana e Interreligiosa, Iglesia Metodista Unida

Copias de las misivas del Consejo Nacional de Iglesias de Estados Unidos se encuentran en su sitio en internet en: http://www.ncccusa.org/news/100427iraqchristians.html.

Para información acerca de noticias, favor de comunicarse con:

Melissa Ramírez-Cooper, directora adjunta de noticias,  (773) 380-2956; John Brooks, director de noticias,  (773) 380-2958; o por correo electrónico a: news@elca.org

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Obispo Presidente de la ELCA expresa ‘esperanza segura’ para futuro de la iglesia

CHICAGO (ELCA) – Las personas luteranas son “un pueblo nacido de nuevo a una esperanza viva mediante la Resurrección de Jesucristo (1 Pedro 1:3)”, expresó el Revdo. Mark S. Hanson, Obispo Presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América (ELCA). A raíz de esos dones de Dios, Hanson dijo que “siente una esperanza segura” para el futuro de la ELCA.

Hanson hizo sus declaraciones durante su informe al Consejo Eclesial de la ELCA, que funge como el consejo de directores de la ELCA y es su autoridad legislativa interina entre las asambleas de toda la iglesia. Se reunió aquí del 9 al 12 de abril.

Al dirigirse a toda la membresía de la ELCA, así como al consejo, Hanson señaló que la palabra de Dios está viva en la ELCA porque “Cristo ha resucitado”. Citó varios ejemplos de cómo la palabra de Dios está obrando en la denominación.

“A través de la palabra viva de Dios, que es tanto ley como evangelio, encontramos la verdad sobre nosotros mismos: que estamos atados al pecado y no podemos librarnos”, declaró Hanson. “Pero también encontramos la palabra liberadora de Dios que nos dice que por Cristo somos perdonados. Estamos reconciliados y reconciliadas no sólo con Dios, sino entre nosotros. Esta palabra viva de Dios nos libera para llevar vidas de fe, para proclamar al Cristo resucitado, para servir a nuestro prójimo y para ir en pos de justicia y paz. Nos libera para abordar el ministerio de la reconciliación. La palabra de Dios está viva en la ELCA porque somos gente de fe”.

Las declaraciones de Hanson fueron hechas en el contexto de las actuales pláticas de la ELCA sobre al autoridad e interpretación de las Escrituras.

La membresía de la ELCA, con 4.6 millones de miembros, se unen a luteranas y luteranos de todo el mundo, quienes afirman que el mensaje central de las Escrituras “son las Buenas Nuevas del amor de Dios y de la obra de salvación en Jesucristo. En ello yace nuestra unidad”, afirmó Hanson.

Al citar al teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer, Hanson dijo que las personas cristianas “se pertenecen las unas a los otras sólo por medio de y en Jesucristo”.

“Nos definimos a nosotros mismos primero con base en nuestra relación en Cristo más que por las cosas que nos separan o las personas a las que nos oponemos. Es demasiado fácil en una cultura polarizada y contenciosa crear una identidad con base en las cosas y las personas a las que uno se opone en vez de hacerlo con base en a quién recibimos con los brazos abiertos y con quién pertenecemos”, explicó el Obispo Presidente.

Hanson indicó que el compromiso perdurable de la ELCA con las relaciones ecuménicas es la razón por la que encabezó a una delegación oficial de 12 personas miembros de la ELCA, a principios de este año, para visitar a los líderes anglicanos, ortodoxos y católicos del mundo en Europa. Entre los líderes con los que se reunió la delegación figuran el Rvdmo, Rowan D. Williams, Arzobispo de Canterbury y líder de la comunión anglicana, en Londres; Su Toda Santidad el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, líder mundial ortodoxo, en Estambul; y el Papa Benedicto XVI, líder de la Iglesia Católica, en Ciudad del Vaticano.

“Escuchamos de todos ellos palabras sinceras de gratitud por nuestras relaciones cada vez más profundas, y escuchamos claras declaraciones públicas de compromiso con nuestros diálogos en progreso”, aseveró Hanson. “Tuvimos conversaciones muy francas y abiertas sobre las acciones de la Asamblea Nacional de la ELCA del 2009 con respecto a la sexualidad humana”. Las diferencias sobre la sexualidad no fueron minimizadas en las pláticas, ni tampoco hubo algún deseo de menospreciar los lazos, narró Hanson, agregando que los líderes eclesiásticos hablaron sobre “renovar nuestro compromiso para profundizar el entendimiento entre unos y otros”.

Hanson fue acompañado en su viaje por los miembros del consejo Deborah L. Chenoweth, de Hood River, Oregon; la Rvda. Susan Langhauser, de Olathe, Kansas; y el Rvdo. Steven P. Loy, de Las Cruces, Nuevo México.

De acuerdo con el Secretario de la ELCA, David D. Swartling, más de 220 de las 10,239 congregaciones de la ELCA han tomado con éxito primeros votos para abandonar la ELCA antes de posiblemente tomar un segundo voto final para irse. Ya que la ELCA se define a sí misma con base en “nuestra relación en Cristo por medio de la fe”, dijo Hanson, cuando una congregación vota por irse o un pastor renuncia, entonces la iglesia, su misión y su unidad son “reducidas”. Cuando se van miembros de una congregación, “recordemos que aún somos hermanos y hermanas por medio de la muerte y Resurrección de Cristo”, señaló. Además, exhortó a las y los miembros a hablar bien de quienes se iban e interpretar sus acciones de la mejor forma posible.

La ELCA anunció recientemente que establecerá 41 congregaciones nuevas este año, muchas en comunidades de inmigrantes. “La ELCA está comprometida a sembrar la iglesia, no a sacarla de raíz”, expresó Hanson. Agregó que los sínodos, las congregaciones, las y los líderes emprendedores y otras personas se cuentan entre quienes siembran.

Al responder a críticas de iglesias asociadas en África, Hanson anunció que la ELCA sigue otorgando subvenciones a iglesias asociadas para promover la misión de Dios, proclamar el Evangelio y restaurar comunidades. El apoyo de las subvenciones “no es para obligar a las iglesias compañeras a que nos tengan alguna especie de lealtad”, aseguró, en respuesta a comentarios recientes del obispo presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en Tanzania.

Hanson también comentó otros temas en este informe:

+ Recientemente le envió una carta al Papa Benedicto XVI en la que le expresa su compromiso para orar por él, por la Iglesia Católica y por todas las víctimas de abuso sexual. “Amigos y amigas, el azote de los abusos sexuales del clero no debe ser tolerado por nadie ni por ninguna iglesia”, declaró.

+ Miembros de la ELCA aportaron casi 9 millones de dólares para los esfuerzos de ayuda y recuperación en Haití tras el terremoto de enero. Dijo que cada dólar dado es puesto a trabajar en Haití gracias a los esfuerzos de la ELCA para ser buenas y buenos administradores del apoyo que se recibe para la misión.

+ Hanson le dio la bienvenida a la Rvda. Susan C. Johnson, Obispa Nacional de la Iglesia Evangélica Luterana en Canadá (ELCIC, por sus siglas en inglés), quien asistió a la reunión del consejo.  Johnson anunció que la ELCIC dará a conocer el borrador de una declaración social sobre sexualidad humana, esta semana. También dijo que la iglesia ha perdido poco a poco su capacidad para “convocar a la gente a un discipulado real”, y, en respuesta, llama a una “renovación espiritual” en la ELCIC.

Agregó que tanto en la ELCA como en la ELCIC, hay valor y enojo entre la membresía. “Mi preocupación es que el enojo esté fundado en la desesperanza. Mi oración es que podamos ser iglesias que proclamen la esperanza, y que podamos utilizar la oración y el Evangelio para proclamar la esperanza”, declaró Johnson.

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