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Sin glamour, pero fundamental – por Elizabeth Eaton

Nuestra relación con el dinero es una cuestión profundamente espiritual.

Una iglesia en el Sínodo del Noreste de Ohio se describe a sí misma como una congregación del «50/50». Dona la mitad de las ofrendas recibidas. Una parte importante se destina al apoyo a la misión, pero la congregación también apoya ministerios y proyectos locales. Visité la congregación el día en que se iban a aportar ofrendas para un programa especial. Uno a uno, los congregantes con gesto serio se acercaban a colocar sus ofrendas en una cesta ante el altar.

En la parte de atrás de la congregación, me llamó la atención una niña, puede que de 5 años, sentada en el regazo de su padre. Forcejeaba y se retorcía hasta que el adulto le dio su ofrenda y la soltó. Recorrió el pasillo como un tornado, la cabeza en alto y una mirada como si hubiera ganado la lotería. Cuando regresaba a su asiento, señalé la alegría de dar representada en esta pequeña niña. Alguien de la congregación comentó: «No es su dinero». Esperé un minuto y luego dije: “No, es el dinero de su padre”.

Tenemos una relación conflictiva con el dinero. Por una parte, aseguramos que no nos puede comprar amor o felicidad, pero por la otra medimos nuestro valor y seguridad según su escala. No nos gusta hablar de dinero en la iglesia. Hace años que hablamos de sexualidad humana en esta iglesia, pero no hablamos del dinero. Es totalmente inaceptable.

Recuerdo una entrevista con un comité de vocaciones donde pedí ver los informes del tesorero. Me dijeron: “Oh no, pastora, usted preocúpese de las cuestiones espirituales y nosotros nos preocupamos de las finanzas”. Pero nuestra relación con el dinero es una cuestión profundamente espiritual. Nuestra peculiar relación con el dinero puede mantenernos en una especie de esclavitud. Jesús lo sabía cuando se encontró con un rico que aseguraba haber respetado los mandamientos desde su juventud, pero que seguía sintiendo que le faltaba algo. Cuando Jesús le dijo que vendiera todo lo que tenía, que lo diera a los pobres y le siguiera, «el hombre se desanimó y se fue triste porque tenía muchas riquezas» (Marcos 10:17-22). Tenía muchas posesiones. Era esclavo de sus posesiones.

Dar es una disciplina espiritual. Es la forma que tenemos de aprender a vivir por la fe. Es una forma de participar de la generosidad y abundancia de Dios. Es una forma de ir más allá de nosotros mismos. Es también una forma de conectarnos los unos a los otros. En respuesta a la gracia y amor pródigo de Dios, expresado en la crucifixión y resurrección de Jesús, nuestros donativos son un acto comunal. Dar es tan espiritual como la adoración. Forma parte de nuestra vida unidos. No estoy hablando de los donativos de ostentación y publicidad de uno mismo contra los que advierte Jesús en Mateo 6:2-4, sino de la ofrenda intencional y, en su caso, extravagante de la viuda en el templo (Marcos 12:41-44). El suyo fue un acto público de fe y participación en la vida corporativa de la comunidad.

¿Con qué frecuencia habla su congregación del dinero? ¿En la campaña anual de mayordomía en el otoño? ¿En los foros de adultos? ¿Alguna vez? ¿Cuenta su congregación con educación para la mayordomía y con un programa anual de mayordomía? Sus obispos, el personal de su sínodo y los directores de misión evangélica están listos y dispuestos para trabajar con ustedes. Háblenles por teléfono.

Recientemente, el obispo James Hazelwood del Sínodo de Nueva Inglaterra encuestó a los miembros laicos y ordenados sobre el apoyo a la misión. Descubrió que aproximadamente el 10 por ciento sabía qué era el apoyo a la misión. Es el apoyo financiero que las congregaciones envían a los sínodos para posibilitar y promover la obra de la más amplia iglesia. Un porcentaje se envía a la organización nacional para apoyar la obra de la ELCA en nuestro país y en todo el mundo. Algunos sínodos envían hasta el 55 por ciento del apoyo a la misión recibido. Todos nuestros sínodos son generosos en sus donativos, incluso hasta el punto del sacrificio. Esta es una obra que realizamos juntos: ningún sínodo o congregación individual podría hacerlo solo. Y los sínodos también apoyan ministerios en sus territorios: seminarios, campamentos, universidades, organizaciones de ministerio social, nuevas congregaciones y mucho más.

Han cambiado los patrones para dar. Entiendo que las personas quieran dar a proyectos específicos o a causas locales. Eso está muy bien. Sigan haciéndolo. De hecho, revisen Always Being Made New: The Campaign for the ELCA (Siempre siendo renovados: la campaña de la ELCA). Pueden designar para dar a ministerios vitales que lleven en el corazón. Pero formen parte de un apoyo a la misión que significa fe, liberación y creación de conexiones. Puede que no sea glamoroso, pero hace la diferencia.

¿Con qué frecuencia habla su congregación del dinero? ¿En la campaña anual de mayordomía por el otoño? ¿En los foros de adultos? ¿De vez en cuando?

Mensaje mensual de la obispa presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América. Esta columna apareció por primera vez en la edición de julio de 2015 de la revista en inglés The Lutheran. Reimpreso con permiso.