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ELCA Blogs

Reflexiones sobre las elecciones recientes

La reverenda Elizabeth Eaton, obispa presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en America comparte en este video algunas reflexiones con los miembros de la ELCA. Este es el enlace: https://youtu.be/Nw2-f82fklc

Por favor, seleccione los subtítulos en español para la versión en español.  

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Eaton escribe carta a líderes de la ELCA invitándoles a que prediquen sobre raza, diversidad e inclusión

17 de junio de 2016

Estimados líderes ordenados de la ELCA:

Que la gracia y la paz sean con ustedes en el nombre de Jesucristo. Hoy nos unimos a nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo para conmemorar el aniversario de los nueve mártires de Emanuel. Seguimos llorando la pérdida de esas nueve vidas preciosas, y oramos para que sus familias puedan hallar consuelo en el amor de Dios.

Durante el último año, hemos lidiado como nación, y como iglesia, con los retos de enfrentar el racismo. Juntos a través de nuestros diversos ministerios, la ELCA ha participado en oraciones llenas de lamento y ha ido en pos de actos de justicia racial y reconciliación. Estos también han sido tiempos de intensificar la colaboración con nuestros compañeros ecuménicos, entre ellos la Iglesia Episcopal Metodista Africana (AME, por sus siglas en inglés).

El Consejo de Obispos de AME emitió una poderosa declaración para marcar el aniversario de Charleston: http://disciples.org/ecumenical/statement-m-e-bishops-charleston-anniversary/

Deseo dirigir su atención a tres llamados a la acción que les invito a considerar:

  1. Llamamos a otras comuniones, en particular a nuestras comuniones predominantemente blancas, a unirse a nosotros para predicar e instruir y para condenar el racismo.
  1. El Consejo de Obispos de la Iglesia Episcopal Metodista Africana solicita que, durante el fin de semana del 24 al 26 de junio, los clérigos de todo el país busquen un intercambio de púlpito con otra iglesia o grupo religioso y prediquen sobre raza, diversidad e inclusión. Además, que organicen momentos de compañerismo e interacciones entre congregaciones locales. Este intercambio se debe llevar a cabo con una organización cristiana o interreligiosa de una raza o religión distinta. (Por favor, consideren el próximo fin de semana como el inicio de una temporada para tales intercambios, continuando durante los meses de verano).
  1. Que clérigos y organizaciones interreligiosas locales inicien diálogos con líderes políticos locales sobre cuestiones de vigilancia policiaca, educación, vivienda y otros temas donde la raza es un factor e impacta a cualquier grupo de manera negativa.

La tragedia del 17 de junio del 2015, personificó la relación compleja de nuestra iglesia con el racismo. Nuestra relación con el atacante —Dylann Roof, quien era un miembro de una congregación de la ELCA— como también con dos de las víctimas abatidas —la Reverenda Clementa Pinckney y el Reverendo Daniel Simmons, quienes eran egresados del Seminario Teológico Luterano del Sur, en Columbia, Carolina del Sur— nos recuerda tanto nuestra complicidad como nuestro llamado. Juntos confesamos que somos cautivos del pecado de racismo y, al mismo tiempo, nos regocijamos en la libertad que tenemos en Cristo Jesús, quien ha “derribado mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba” (Efesios 2:14). Que Dios nos siga guiando mientras buscamos el arrepentimiento y la renovación, la justicia racial y la reconciliación entre todos los hijos preciosos de Dios.

En Cristo,

Elizabeth A. Eaton

 

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Si Dios es suficiente – por Elizabeth Eaton

Podemos liberarnos del apego a nuestros planes, voluntades y éxitos.

De vez en cuando me invitan a celebrar el aniversario de alguna congregación. Es maravilloso ver a la iglesia en acción y conocer a miembros de diferentes partes del país.

También es interesante ver la variedad de tamaños y estilos arquitectónicos de nuestros templos. Mirar las edificaciones que se agregan a las iglesias es como estudiar los anillos de crecimiento en los árboles: se pueden apreciar los periodos de crecimiento rápido y de contracción. Por lo general, la primera unidad se construyó hace uno o dos siglos, la ampliación del santuario se levantó cuando el original se quedó chico y el ala dedicado a la educación se añadió a fines de las décadas de 1950 ó 1960. He visto docenas de iglesias así y recuerdo que mi última parroquia mostraba un patrón de crecimiento similar.

Con mucha frecuencia, sin embargo, la membresía de estas congregaciones se ha reducido. Un santuario construido para acoger a 400 personas, ahora sólo recibe a 50 los domingos. Las salas dedicadas a escuela dominical y gimnasio, en las que en otro tiempo resonaban las voces de los niños, ahora se encuentran vacías o, en congregaciones más emprendedoras, han sido rentadas a grupos comunitarios y organizaciones de servicio social.

En estas congregaciones, la celebración del aniversario tiene un gusto agridulce: durante un glorioso domingo, el santuario se llena de miembros actuales y exmiembros acompañados de sus hijos y nietos; se comparten historias de la época dorada de la congregación; hay energía y entusiasmo, y luego todo el mundo se marcha a casa. Al siguiente domingo, las 50 almas afables que quedan se reunirán en un santuario cuya soledad es ahora aún más obvia.

Se oye el sonido de un lamento en muchas partes de nuestra iglesia. Las poblaciones han cambiado y las personas se han alejado. Han cambiado las actitudes sobre la religión y la iglesia tiene un estatus menor en nuestra cultura. Eso nos llena de ansiedad y, en algunos casos, de desesperación. ¿Cómo podemos detener la decadencia? ¿Dónde está la siguiente generación? ¿Qué sucedió? ¿Qué significa todo esto?

Tengo una teoría. Estamos experimentando el juicio de Dios. No como si fuera una plaga de langostas acompañada de un fuego infernal, sino como una llamada tenaz, imponente y amorosa que nos lanza Dios a todos nosotros. La iglesia no nos pertenece. La iglesia no es un vehículo para nuestra conveniencia, estatus, éxito o consuelo. La iglesia es el cuerpo vivo de Cristo, al que le ha insuflado vida el Espíritu y que está llamado a una profunda comunión con Dios. Todo lo demás es, en el mejor de los casos, complementario y, en el peor, una distracción.

Dios podría estar llamando al pueblo de Dios a examinar qué es lo que merece nuestra atención. ¿De dónde se extrae nuestra energía?

Si la respuesta a nuestras preguntas desesperadas es cualquier otra cosa que no sea el amor íntimo y completo de Dios como se demuestra en Cristo crucificado y resucitado, entonces es que nos estamos apartando de la fuente de nuestra vida como pueblo y como iglesia.

Había un artículo provocador en la edición de diciembre de 2012 de la revista Christian Century sobre la “noche oscura de la iglesia”. Los autores del artículo sugerían que lo que yo estoy llamando un tiempo de juicio es, en realidad, la acción de Dios que nos libera del apego a nuestros planes, nuestra voluntad, nuestro éxito.

Los autores preguntaban: “¿Que está volviendo a aprender la iglesia sobre sí misma en su noche oscura? La iglesia está volviendo a aprender que su esencia no se encuentra en sus programas y logros, ni en sus actividades y las alabanzas que recibe, sino en la verdad de que ‘de toda la tierra, es ella la que tiene unión con el Dios Trino’ y que Dios es suficiente. Alcanzar este conocimiento significa desconectarse de la glamorosa cultura americana orientada a los resultados, con su producción, medición y crecimiento sin límites”.

Así que, amada iglesia, ¿es Dios suficiente? Si no lo es, entonces estamos condenados a seguir una travesía interminable, agotadora y vacía en busca del significado, la importancia y el propósito. Si Dios es suficiente, entonces tenemos todo lo que necesitamos. Si Dios es suficiente, somos libres para regresar el amor recibido y entregar nuestras vidas en aras del Evangelio y en servicio al prójimo. Si Dios es suficiente, podemos abrir nuestras manos y nuestras vidas. Si Dios es suficiente, entonces podemos soltar las riendas de la iglesia sabiendo que es la iglesia de Cristo, que no es nuestra.

Y si es la voluntad de Dios que haya un testimonio del Evangelio por parte de la ELCA, no existe fuerza sobre la Tierra, ni siquiera la nuestra, que lo pueda impedir.

Mensaje mensual de la obispa presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América. Esta columna apareció por primera vez en la edición de septiembre de 2015 de la revista en inglés The Lutheran. Reimpreso con permiso.

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Sin glamour, pero fundamental – por Elizabeth Eaton

Nuestra relación con el dinero es una cuestión profundamente espiritual.

Una iglesia en el Sínodo del Noreste de Ohio se describe a sí misma como una congregación del “50/50”. Dona la mitad de las ofrendas recibidas. Una parte importante se destina al apoyo a la misión, pero la congregación también apoya ministerios y proyectos locales. Visité la congregación el día en que se iban a aportar ofrendas para un programa especial. Uno a uno, los congregantes con gesto serio se acercaban a colocar sus ofrendas en una cesta ante el altar.

En la parte de atrás de la congregación, me llamó la atención una niña, puede que de 5 años, sentada en el regazo de su padre. Forcejeaba y se retorcía hasta que el adulto le dio su ofrenda y la soltó. Recorrió el pasillo como un tornado, la cabeza en alto y una mirada como si hubiera ganado la lotería. Cuando regresaba a su asiento, señalé la alegría de dar representada en esta pequeña niña. Alguien de la congregación comentó: “No es su dinero”. Esperé un minuto y luego dije: “No, es el dinero de su padre”.

Tenemos una relación conflictiva con el dinero. Por una parte, aseguramos que no nos puede comprar amor o felicidad, pero por la otra medimos nuestro valor y seguridad según su escala. No nos gusta hablar de dinero en la iglesia. Hace años que hablamos de sexualidad humana en esta iglesia, pero no hablamos del dinero. Es totalmente inaceptable.

Recuerdo una entrevista con un comité de vocaciones donde pedí ver los informes del tesorero. Me dijeron: “Oh no, pastora, usted preocúpese de las cuestiones espirituales y nosotros nos preocupamos de las finanzas”. Pero nuestra relación con el dinero es una cuestión profundamente espiritual. Nuestra peculiar relación con el dinero puede mantenernos en una especie de esclavitud. Jesús lo sabía cuando se encontró con un rico que aseguraba haber respetado los mandamientos desde su juventud, pero que seguía sintiendo que le faltaba algo. Cuando Jesús le dijo que vendiera todo lo que tenía, que lo diera a los pobres y le siguiera, “el hombre se desanimó y se fue triste porque tenía muchas riquezas” (Marcos 10:17-22). Tenía muchas posesiones. Era esclavo de sus posesiones.

Dar es una disciplina espiritual. Es la forma que tenemos de aprender a vivir por la fe. Es una forma de participar de la generosidad y abundancia de Dios. Es una forma de ir más allá de nosotros mismos. Es también una forma de conectarnos los unos a los otros. En respuesta a la gracia y amor pródigo de Dios, expresado en la crucifixión y resurrección de Jesús, nuestros donativos son un acto comunal. Dar es tan espiritual como la adoración. Forma parte de nuestra vida unidos. No estoy hablando de los donativos de ostentación y publicidad de uno mismo contra los que advierte Jesús en Mateo 6:2-4, sino de la ofrenda intencional y, en su caso, extravagante de la viuda en el templo (Marcos 12:41-44). El suyo fue un acto público de fe y participación en la vida corporativa de la comunidad.

¿Con qué frecuencia habla su congregación del dinero? ¿En la campaña anual de mayordomía en el otoño? ¿En los foros de adultos? ¿Alguna vez? ¿Cuenta su congregación con educación para la mayordomía y con un programa anual de mayordomía? Sus obispos, el personal de su sínodo y los directores de misión evangélica están listos y dispuestos para trabajar con ustedes. Háblenles por teléfono.

Recientemente, el obispo James Hazelwood del Sínodo de Nueva Inglaterra encuestó a los miembros laicos y ordenados sobre el apoyo a la misión. Descubrió que aproximadamente el 10 por ciento sabía qué era el apoyo a la misión. Es el apoyo financiero que las congregaciones envían a los sínodos para posibilitar y promover la obra de la más amplia iglesia. Un porcentaje se envía a la organización nacional para apoyar la obra de la ELCA en nuestro país y en todo el mundo. Algunos sínodos envían hasta el 55 por ciento del apoyo a la misión recibido. Todos nuestros sínodos son generosos en sus donativos, incluso hasta el punto del sacrificio. Esta es una obra que realizamos juntos: ningún sínodo o congregación individual podría hacerlo solo. Y los sínodos también apoyan ministerios en sus territorios: seminarios, campamentos, universidades, organizaciones de ministerio social, nuevas congregaciones y mucho más.

Han cambiado los patrones para dar. Entiendo que las personas quieran dar a proyectos específicos o a causas locales. Eso está muy bien. Sigan haciéndolo. De hecho, revisen Always Being Made New: The Campaign for the ELCA (Siempre siendo renovados: la campaña de la ELCA). Pueden designar para dar a ministerios vitales que lleven en el corazón. Pero formen parte de un apoyo a la misión que significa fe, liberación y creación de conexiones. Puede que no sea glamoroso, pero hace la diferencia.

¿Con qué frecuencia habla su congregación del dinero? ¿En la campaña anual de mayordomía por el otoño? ¿En los foros de adultos? ¿De vez en cuando?

Mensaje mensual de la obispa presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América. Esta columna apareció por primera vez en la edición de julio de 2015 de la revista en inglés The Lutheran. Reimpreso con permiso.

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