Por Alaide Vilchis Ibarra

Mi familia siempre ha bromeado sobre lo mucho que hablo. Hablo tanto que una vez, cuando era pequeña, mi tía me pagó un peso por cada minuto que no hablara. Creo que duré solo 5 minutos.  Ahora que ya no soy una niña tengo que recordarme de vez en cuando que el silencio puede valer más que mil palabras sin olvidarme que me ha costado mucho tener una voz en esta cultura. Por muchos años, después de mudarme a Estados Unidos cuando tenía 14 años, se me olvido que mi voz y mi historia contaban.

En Febrero, acompañé a líderes de la iglesia en un viaje a Guatemala, El Salvador y Honduras para entender un poco mejor las causas por las cuales miles de niños, niñas y familias están buscando refugio en Estados Unidos. Escuchamos las historias de gente que huye de diferentes tipos de violencia, afectados por la corrupción, buscando oportunidades que sus países no les otorgan y separándose de sus familias para poder sacarlas adelante. Oramos juntos por las personas de todos los países que emigran y yo oré en silencio por las personas que viven en estos países y se sienten derrotadas ante tantos problemas. En mi trabajo, haciendo incidencia política para que las leyes reconozcan la dignidad en los migrantes y las comunidades afectadas por la emigración, a veces también me siento derrotada.

En Centroamérica, conocimos a gente admirable que trabaja para mejorar su entorno, muchas veces sin el apoyo de su gobierno. Gente que usaba su voz y sus manos para apoyar a otros. Cuando enfrentamos un problema complicado, como las leyes migratorias o el trato a los migrantes, a veces se nos olvida que nuestra voz y nuestra historia cuentan. Empecé a entender el valor de mi voz cuando un grupo de defensores de migrantes me pidió que contara mi historia enfrente del congreso de Kansas, el estado donde vivía, para defender la ley que me había permitido asistir a la universidad.  Esto fue lo me trajo a la ELCA, donde trabajo intentado cambiar leyes que afectan a los países que visitamos, a los migrantes en tránsito y a los migrantes en Estados Unidos. Estoy aquí porque creo firmemente que todas las voces deben contar cuando hacemos leyes.

No quiero que las historias que escuchamos en Centroamérica o en las comunidades migrantes en Estados Unidos se olviden. Usted puede ayudarme a elevar nuestras voces e historias para que lleguen a las personas que crean leyes que afectan a miles de personas. Solo tiene que suscribirse a nuestra red de migración haciendo clic en este link. Siendo parte de nuestra red puede recibir alertas y noticias en español sobre nuestro trabajo. Nunca olvide, como yo lo hice, que su voz y su historia son muy importantes.

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